Excusas y picones
- Zona G
- 11 oct 2018
- 1 Min. de lectura
No creo ser un gran jugador. Suelo morir muy fácil y los videojuegos que suelo jugar son, o sencillos, o de intentos infinitos. Es más, cuando un nivel es de esos que te dejan al principio de la partida si pierdes, suelo dejar a un lado ese título e irme por otro que no me causa tanto dolor de cabeza innecesario.
Por eso tal vez soy un poco reticente a los multijugadores.
Cada vez que había una reunión en casa de un amigo, de esas de los años de primaria, siempre era yo el que jugaba menos. O bien porque me moría o me mataban al toque, o porque me echaban demasiados goles. Pero de que terminaba con las ganas gamer intactas, terminaba así. Era una ley. Y mi excusa clásica era la de "es que yo un jugador solitario, de historias bacanes". Clásica le digo porque era una pobre excusa para un mi patetismo en los Counter, en los Half Life, Call of Duty, Dota, o Mortal Kombats.
Entonces te preguntarás, querido lector: ¿Para qué las excusas?
Fácil, la vergüenza que pueden dar los videojuegos es alucinantemente grande. Lo hace sentir a uno el espécimen indefenso en el círculo social. Ser el amigo que pierde en los videojuegos es el ser el hijo pequeño de una familia numerosa. El status, para muchos, es una forma excelente de tener la autoestima alta.
Pero ya no lo esconderé más. Picón soy y no me compadezcas.

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